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LEE TAMARGO

EL TERRAPLÉN

EL TERRAPLÉN

  Lo dejé caer casi sin pensar, de improviso...
-En el terraplén pasan cosas...

  Se lo había oído repetir a mi madre hasta la saciedad, así que no pude evitar que se me escapara como por una inercia descontrolada cuando la conversación, dentro del corrillo de los muchachos, adquirió tintes misteriosos. Claro que omití el matiz intencionado que mi madre le imprimía, amenazante, para que no anduviera lejos y regresase pronto a casa. Para los muchachos jugar en el terraplén hasta caída la tarde representaba una aventura, además de un desafío a los mayores. El terraplén era el único espacio verde disponible que conocíamos entre todo aquel laberinto de travesías y callejuelas en plena ciudad, allí podíamos corretear a nuestras anchas sin aparente peligro.
  Esta vez, tan osada aseveración consiguió atraer todas las miradas hacia mí. Era la primera vez que esto me ocurría cuando en las tardes de verano, ya cansados de pelear y dar patadas al balón, los muchachos nos sentábamos en corro a contar historias a cada cual más tenebrosa... Sin embargo, entrada ya la noche, los padres nos reclamaron y el interés despertado hubo de posponerse para otra próxima velada. Más próxima de lo que habríamos podido imaginar, ya que a la mañana siguiente, cuando aún el día no había acabado de despuntar, la calle entera despertó con los gritos desgarrados provenientes del terraplén...
-¿Qué pasa, mamá?
-Nada, hijo. Anda, desayuna...
  No fue hasta el mediodía en la mesa, a la hora de comer, cuando mi madre refirió lo acontecido, para entonces ya había podido hacerse con los pormenores del suceso. La señora Gracia había encontrado el cuerpo apuñalado de su marido, un policía ya jubilado, en las inmediaciones del terraplén, con el cuchillo aún clavado en las ingles. El caso apuntaba escabrosos detalles, pues encontraron el cadáver desnudo de cintura para abajo. En aquella ocasión la prohibición de jugar en el terraplén se prolongó por un largo período, que los muchachos distrajimos en tardes de fútbol y, sobre todo, en especial dedicación a las primeras chicas que aparecían en el barrio, una vez acabado el nuevo edificio que pronto amplió el vecindario.
  Eran los últimos tiempos del terraplén... En aquel empinado e irregular montículo de hierba habían transcurrido batallas al más puro estilo romano, con flechazos y disparos, a caballo de una enfebrecida imaginación infantil; aquellos jinetes sobre monturas invisibles recorrían valles y cañadas, selvas y escarpadas montañas, parapetados en las dunas o entre la maleza al acecho de un enemigo distraído... Un viejo árbol seco, al borde del terraplén servía de campamento, punto de reunión y marcaba también el límite con el mundo de la calle asfaltada, los coches y los mayores. Enfrente, un enorme chalet levantaba sus fantasmagóricos tejadillos sobre nuestras calenturientas cabezas, tan sólo ocupadas en los juegos. Desde el árbol se podía contemplar la huerta y el pequeño corral de gallinas y patos, y las jaulas que custodiaban a los perros de caza. El dueño, un barbudo de aspecto huraño, siempre parecía estar ocupado en múltiples quehaceres y, aunque nunca dijo palabra, no ocultaba su desagrado, por la presencia cercana de los chicos, en un gesto hosco de pocos amigos. A pesar del escaso tránsito, se mostraba también díscolo y molesto, a causa de las escalerillas estrechas de uso público, entre la casa y el terraplén, que comunicaban con la calle de arriba. Precisamente por cerrar este paso, para convertirlo en privado, tuvo varios altercados con la autoridad local y una afamada aureola de “loco obstinado” entre el resto de vecinos. Los muchachos, de hecho, rehuíamos su presencia y abandonábamos el juego en torno al árbol colindante cuando el terco gruñón aparecía.

  Ya casi nos habíamos olvidado de la prohibición, pero también del terraplén, a costa de tanta novedad y muchachas bonitas. Incluso los juegos se transformaron de la ruda pelea al leve escarceo con las niñas, que obligaba a compartir cuerda o pita. Entre nosotros surgieron disputas donde antes hubo amistad y, entre risas y engaños, nacieron las primeras parejas. Sin embargo, no me disgustó demasiado el cambio, pues si mis historias de terror no lograban cautivar a los amigos de siempre, algún otro encanto personal me proporcionaba las primeras satisfacciones entre las nuevas chicas que sí se mostraban interesadas y cuyo modo de manifestarlo resultaba mucho más atractivo. Tal vez se trataba de un camino marcado, tal vez casualidad, pero a modo de despedida de mi mundo anterior de niño llevé a mi primera chica terraplén adentro, hasta el árbol. El terraplén olía a primer amor cuando caía la tarde sobre las altas colinas donde antes cabalgaron libres soldados y forajidos, no se oían ya disparos ni gritos de guerra; sólo el aire se sentía denso, la respiración acompasada en cada beso, entrecortada de anhelos recién descubiertos... Recostados bajo el árbol, cómplices en un abrazo prolongado, el terraplén nos mostró un sendero nuevo que no había hecho más que comenzar.
  ...La noche entraba antes con el final del verano y ella, sacudiéndose las briznas, se incorporaba lenta para regresar cuando notó algo golpearle la cabeza... Miró hacia arriba y gritó. Las botas desgastadas tropezaron con su rostro y un alarido largo apagó las últimas estrellas cuando contemplamos el cuerpo del huraño barbudo colgado del árbol en trágica mueca... Estremecidos, los dos echamos a correr en la oscuridad del terraplén, de la mano, sorteando obstáculos y desniveles, aunque el susto no nos abandonó hasta mucho tiempo después.
  Ese día el terraplén nos enseñó a correr por la vida. Nos brindó la oportunidad de tomar nuevos y distintos rumbos, pudimos así descubrir extensas llanuras, bosques, praderas y otros hermosos parajes de amplio horizonte. Cuando estoy lejos de mi tierra, aquel terraplén se me aparece siempre como una isla añorada, con nostalgia, un hito en el recuerdo entre el pasado y su porvenir. Pero cuando regreso, el terraplén sigue ahí, en su sitio; ahora algo más reducido entre cascotes de ladrillo y escombro, pero siempre vivo a través de tiempo y lugar.

 

 

*"Es Una Colección de Cuadernos Con Corazón", (c) Luis Tamargo.-

http://soncuadernos.galeon.com/tecontarepdf.pdf

20 comentarios

LeeTamargo -

...Aquel trocito de tierra verde y en cuesta, Corazón, era la escuela y la prolongación de los pasos futuros. No podía faltar la lección del peligro al tiempo que el placer...
GRACIAS, AMIGA: LeeTamargo.-

Corazón... -

Uisss nos has transportado a los juegos de niños, a las bromas de adolescentes y la historia de un primer amor :) Vaya que ese terraplén no se ha salvado de ser testigo de ese amor. ¿Sabes? Me imagino la cara de la pareja al ver a ese barbudo colgado ¡¡¡que miedo!!! y luego huir lo más pronto posible, \"sálvese quien pueda\" ;)

Huy, recordar es volver a vivir.

Un saludo.

;o)

LeeTamargo -

...Merci, Georgina, vous pouvez revenir s´il vous plait... OK, SALUDOS:
LeeTamargo.-

Georgina -

Jolie jolie ;-) Pasaba por aquí.

LeeTamargo -

...El tamiz es el presente, Santino. Ni siquiera el terreno de la infancia es un paraíso ajeno al horror y a la maravilla que circundan el mundo; la vida es la escuela... ME ALEGRO:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...En cierto modo, Gatopardo, me sentía obligado a rescatar el paisaje de esos sentimientos del lugar tópico donde se arrinconan...
GRACIAS, AMIGA: LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Paisajes de la infancia y adolescencia, Eliza, contemplados desde la memoria y sin distancias...
OK, GRACIAS: LeeTamargo.-

Santino -

Es extraña la contraposición que haces entre lo escabroso que ocurría en el lugar y la percepción y el recuerdo que deja en el personaje. Parece que todo acaba pasando necesariamente por el tamiz de la juventud, época de aventuras y juegos. Me ha sorprendido gratamente. Un saludo.

LeeTamargo -

...Somos nosotros muchas veces quienes damos sentido a un lugar o una situación, Moonsa. En el mismo sitio donde descubrimos el amor, otros ponen punto final...
TE SALUDO: LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Lugares que nos recuerdan, Noemí, porque compartimos un tramo único del viaje... GRACIAS, AMIGA:
LeeTamargo.-

Gatopardo -

Con lo difícil que es relatar los sentimientos y sensaciones de la adolescencia sin caer en el tópico, y has logrado una historia en la que \"vemos\" a los niños, \"vemos\" a los adolescentes, y percibimos al escritor cuajado y maduro que no se deja llevar por lo fácil.
Un acierto, como siempre.

Eliza -

Los lugares de la infancia... Yo recuerdo los cabezos por los que nos tirábamos mis hermanas y yo y llegábamos \"herías\" a casa

Moonsa -

Parece que a ese lugar la gente iba a morir, y a matar. No entiendo porque a veces hay sitios donde repetidas veces se producen hechos de este tipo, que tendrán? Además tal como tu lo describes, el lugar era agradable. Hay que ver... Me gusta como lo cuentas :)

noemi -

Los espacios físicos, ciertos espacios físicos, se quedan fijados en la memoria como anclas de épocas y emociones de la vida....

Beso

LeeTamargo -

...Tal vez, Alma, porque cada uno contamos con ese territorio donde anidan sentimientos que nos son comunes... GRACIAS A TI:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Gracias, Luunna. Lugares y recuerdos de infancia, que no nos abandonan, porque crecimos sin dejar de amarlos... SALUDÁNDOTE:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Así es, Trini. Nuestra infancia sigue jugando en aquella parcela, andemos lejos o cerca, aunque el viaje continúe. Pásalo bien, amiga... IGUALMENTE:
LeeTamargo.-

alma -

Es curioso que el escenario de la historia me resultó familiar.
Saludos

Luunna -

Los recuerdos de esos parajes y acordarse de las travesuras de niños que luego iban convirtiendos en chavales, linda historia.
Un abrazo Lee que tengas un lindo fin de semana
Luunna

Trini -

Y siempre despertando recuerdos. Todos tenemos nuestro \"terraplén\" particular abandonado en la infancia. Todos nos extrañamos un día de los nítidos recuerdos que, al volver a verlo, se despliegan en la mente.

Un abrazo Lee, feliz fin de semana