Blogia
LEE TAMARGO

CUADERNO

Si me lees es porque quieres...

Si me lees es porque quieres...

 LUIS TAMARGO, es natural de Santander, en el norte español. Técnico en Documentación Sanitaria, con inquietud literaria, cursó estudios universitarios de Letras y Humanidades. Ha publicado “Escritos Para Vivir” (1998), su primer libro de poemas; “Era Un Bosque” (2004) y “A Media Distancia” (2006), de narrativa. Ganó el I Premio de Narración Breve del Consejo Social de la Universidad de Cantabria, con el relato titulado “Una aventura singular”, en 2017. Y en 2018, obtuvo el I Premio de Poesía "Manuel Arce" con su “Poemario de rumbos”. Con el relato "Balas perdidas" quedó ganador del III Certamen de Relato Corto de la Asociación "Pasucos" de la Universidad de Cantabria, en 2019. Sus novelas “Caminos del aire” y "Diosas de piedra" están disponibles en Amazon. Ha colaborado en revistas literarias como “Narrativas“, “Arco“, “Letras” o “Amalgama“, entre otras. Actualmente trabaja en el ámbito de la novela y prepara una nueva selección de relatos breves, donde la prosa adquiere esa dimensión poética y emocional que le caracteriza. 

 

http://leetamargo.blogspot.com

       ¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !

Lee a LUIS MATEO DÍEZ

Lee a LUIS MATEO DÍEZ

   Vacaciones por fin, tiempo para desconectar, relajarse, leer, escribir, en definitiva, para dedicarlo a lo que uno quiera o le guste. Este año, al igual que en ocasiones anteriores, me matriculé en la UIMP y he asistido al curso “El autor y su obra: Fábulas del sentimiento y de la memoria”, impartido por el escritor Luis Mateo Díez. Del ahora académico Luis Mateo yo había leído “Días del desván” y “El reino de Celama”, una trilogía que incluye “El espíritu del páramo”, “La ruina del cielo” y “El atardecer”. Así que he podido constatar, con cada explicación que el autor revelaba sobre sus trabajos, que me encontraba ante un escritor con todas las letras. Un escritor con un mundo propio, que se refleja en ese territorio imaginario que bien puede ser Celama; y con un tono propio también, que se resume en ese “contar la vida” a través del motor de la memoria y por medio de ese otro territorio mayor del escritor que es el lenguaje, de la narrativa, de la “palabra contadora”, como matiza el propio Luis Mateo.

   “Escribir es vivir”, afirma el escritor, “y escribir para vivir es vivir para escribir”. Nos cuenta por qué escribe, de lo que escribe y sobre los modos de escritura. Nos hace partícipes de su reto personal, su obsesión narrativa, de su proyecto, ese compromiso asumido entre ficción y realidad; intercala algunos cortometrajes, escenas de películas que versan sobre sus textos (“La fuente de la edad”, "El filandón”, “Los Montes”) y sirven de pretexto para confesarnos que su geografía narrativa no es cerrada, que sus novelas están habitadas, con muchos personajes que cuentan, muchas voces que expresan una filosofía existencial, proverbiales, casi metáforas cerradas. Nos lo demuestra y nos convence.

-¡Ah, Don Luis! ¡Una firmita, por favor!

-...Ya sé que algunos escribís, que tenéis la escritura como proyecto –me dice mientras me dedica un autógrafo en mis libros, suyos también.

   Yo ya era consciente de una cierta sintonía con el autor, que ratifico ahora, al conocerlo en persona. La experiencia mereció la pena, quedan muchas vacaciones y mucha materia a la que poner manos a la obra... ¡Buen verano!

.

 ¡FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS!

http://entrerenglones.blogspot.com

TIEMPO DE LEER

TIEMPO DE LEER

¡ FELICES LECTURAS ! 

   Os dejo una dirección web de mis libros, por si a alguno le apetece leer: Si clicáis con el botón derecho sobre la imagen de portada de los libros podréis descargar una muestra de los textos en formato pdf e, incluso imprimirlos, para así leer más cómodos:
http://leetamargo.wordpress.com

Si deseáis el libro completo lo podréis adquirir en esta otra página:
http://leetamargo.galeon.com/leemislibros.html

     Gracias a vosotros/as:

¡ Hasta pronto !
¡ SALUDOS, AMIGOS/AS !

 

LECTURAS EN VERANO

LECTURAS EN VERANO

    Con el verano también llega el ansiado período vacacional, ese espacio de tiempo siempre breve, aunque tan necesario, que este año me he propuesto organizar con intención de aprovecharlo mejor. A tal fin he cogido una hoja de papel y, a un lado, he anotado las ofertas disponibles: precios, hoteles, mapas, programas, actividades, horarios... ¡Qué caro todo! De repente me he sentido abrumado por el acúmulo de tantas necesidades innecesarias. Mientras intentaba huir de esta especie de vorágine desatada que amenaza con agotar las ganas de antemano, he ido garabateando, en la otra mitad del papel, un árbol, un río, un pájaro en una nube y, casi sin darme cuenta, he topado con la segunda opción, la que he elegido. Cerca de la orilla, a la sombra de un árbol y con un par de buenos libros que me acompañen; bueno, o tres o cuatro o... No importan los títulos, créanme, tan sólo elegir una buena compañía: ¡Buenas vacaciones, buen verano, buenas lecturas!

.

        Cuando Virginia Wolf escribió la novela "AL FARO", vertió un caudal ingente de experiencias autobiográficas. Creó así un nuevo modo de conducir el hilo narrativo y, a través de los propios personajes, lograr expresar sentimientos, reflexiones o situaciones. Su estilo tiene mucho de poético: imágenes, símbolos o metáforas se despliegan en un alarde de introspección psicológica que ahonda en la búsqueda del núcleo central de los hechos, afectando las circunstancias, para convertirse en algo atemporal, maximizado, casi irreal. Podría afirmarse que a veces nos parece estar leyendo sus reflexiones internas en voz baja, sea en boca de uno u otro personaje, pero siempre su propio monólogo como directriz. Virginia prescinde del narrador para hacer que sean los personajes, por medio de sus impresiones, quienes creen el discurrir de la acción y del tiempo. Su imaginación portentosa pretende mostrarnos la riqueza de un mundo interior, que se basta para explicar o entender lo exterior, pero que no evita tampoco el sufrimiento. Original en el tratamiento y en cuanto a su aportación a la técnica narrativa, su innovación obedecía sin embargo a un carácter de índole más personal. Esta percepción particular de la realidad, sus continuas depresiones y crisis personales influyeron en su vida, en sus obras escritas y en el modo de tratarlas, hasta el punto de que tal grado de profundización y concentrada entrega la llevaron al suicidio como única vía de escape.

  Virginia puso fin a sus días, tras varias fallidas tentativas, lanzándose al río, después de llenarse de piedras pesadas los bolsillos de su abrigo. Pero antes dejó escritas dos cartas para sus seres más queridos, su hermana y su marido; y además un legado de obras que nos ayuda a leer de otra manera.

.

      En “VIENTO DEL ESTE, VIENTO DEL OESTE”, Pearl S. Buck nos ofrece un retrato de China y sus gentes con un estilo sencillo y directo, desde su preocupación por los valores fundamentales de la vida humana. El choque y la diferencia entre dos culturas es el núcleo central de la novela. Es su experiencia vital en China lo que le sirvió de base para su obra escrita. Aunque nació en Virginia (EEUU), se trasladó a vivir en China a los pocos meses.

 Nos narra en primera persona la experiencia de Kwei-lan, una mujer china educada en la tradición de sus antepasados, casada con un marido que no sigue los preceptos tradicionales, debido al contacto con la cultura occidental. Acusa el contraste entre los nuevos y antiguos ritos: ha sido educada en la sumisión para dar un hijo varón a su esposo. Además, asiste al regreso de su hermano, que estudiaba en el extranjero, con su futura esposa, una mujer americana que desconoce sus costumbres ancestrales y que pronto se topa con el muro estricto e insalvable de la familia. Es el amor la herramienta capaz de doblegar estas murallas infranqueables: su marido no da importancia a las costumbres heredadas y, en cierto modo, le manifiesta su cariño por encima de esas normas. La mujer de su hermano, a la vez, defenderá su amor ante todo contratiempo, mientras el hermano se enfrenta a la familia en favor del amor de la mujer que ha elegido para casarse.

  Fue la primera mujer norteamericana en recibir el premio Nobel.

.

       A Marguerite Duras en "EL AMOR" le basta con una playa, un hombre y una mujer como el escenario solitario donde desarrollar su experimento vital de pasión. Apenas unas pocas páginas componen esta serie de capítulos cortos, estructurados a modo de obra teatral y le sirven para crear este microclima particular. Es dentro de este contexto de soledad, aislamiento y, en cierto sentido, también de absurdo, donde mejor se refleja la relación que existe entre dos personas que se aman. En esta orientación metafórica el lugar llamado S.Thala equivale a todos los lugares, cualquier persona a todas las personas y la mujer, con sus miedos y anhelos, a todas las mujeres, en un intento de universalizar la expresión de ese amor. Así, el tiempo parece detenido en este ritmo propio que le imprime la autora a esta historia, con un tono crudo y visceral, acorde a su temperamento, sin contemplaciones a la hora de expresarse, porque escribe lo que siente sin cortapisas, sin miedo a confundirse, a pesar de la confusión que dificulta distinguir entre ficción o realidad. Reflejo de su propia experiencia vital, dura y valiente a la vez, es el vértigo pasional de la propia escritora el que asoma y se esconde, críptico en sus letras y, también así, a propósito, intencionadamente literaria, en su significado.

.

       http://entrerenglones.blogspot.com

¡FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS!

 

Leer a SILVER KANE

Leer a SILVER KANE

    Francisco González Ledesma nació en Barcelona en 1927. Ganó el Planeta en el 84 con “Crónica sentimental en rojo”, aunque también se lo recuerda por Silver Kane, pseudónimo con el que firmó más de 400 novelas del Oeste. Acaba de publicar “La ciudad sin tiempo”, obra que firma como Enrique Moriel.

 -Contaba usted 21 años cuando la censura le prohibió una novela por ser “pornógrafa, subversiva y roja”.

   Cuando tu primera novela gana un prestigioso premio y viene a dártelo Somerset Maugham y te dice, además, que eres el mejor novelista joven de Europa, pues como que empiezas a creer que tu sueño se cumple. Luego llega Censura y te dice que no vas a publicarla de ningún modo y que vas a estar perseguido siempre y que no vas a poder firmar nada con tu nombre hasta el fin de la dictadura, pues como que la cosa se convierte en pesadilla y acabas recurriendo a Silver Kane para poder publicar, que era lo que realmente me importaba.(…)

  -¿Fue duro ser Siver Kane?

     Mucho. Cuando estás obligado a escribir una o dos novelas por semana para poder comer, o aprendes rápido técnicas y trucos o te mueres. Lo que hace falta para ser un novelista de una cierta técnica lo aprendí yo entonces.

  -¿Qué es un buen escritor?

    No se sabe. Lo que uno debe ser, más que buen escritor, es un escritor honrado. Para ello, lo último es pensar en el dinero. Que sea un acto de creación pura. Ése es un escritor. No el que escribe a tanto la pieza. Y te lo dice alguien que ha escrito, y mucho, a la pieza. Por eso sé de lo que hablo. Yo me consideraba un mercenario. Pero las novelas que escribía al margen, en las que sacaba lo que llevaba dentro, son las que me han hecho escritor.

  -¿A cuántos escritores honrados ha conocido en su vida?

     Parto de la base de que todos los escritores lo son. Si no cómo vas a ponerte a escribir, siendo como es una de las profesiones más inciertas que hay. Cuesta mucho que te reconozcan. Siempre puede haber un iluso. Pero, para mí, el escritor es una persona inicialmente honrada.

  -¿Podría dar tres nombres a los que resulte indispensable leer (o releer)?

    Sería injusto. Te diré que interesa leer todavía a Tom Wolfe, aunque, por otro lado, también a Balzac, a Zola o a Víctor Hugo. También a españoles como Pereda. Yo leo hasta los papeles del suelo.

 -Juzgue el actual estado editorial…

   No te puedo decir nada malo porque yo lo admiro todo. Lo que ocurre es que ahora, quizá, hay un cierto espíritu comercial. El editor quiere vender a toda costa y, por mucho que uno se empeñe en lo contrario, acaba al final por contagiarte algo de ese espíritu. Esto no digo que sea prostituir la literatura, pero posiblemente sí que sea edulcorarla un poco.

.

    *(Extraído de Magazine “El Semanal”, por David Benedicte, Junio de 2007).- 

.

! SALUDOS, AMIGOS/AS ¡

http://entrerenglones.blogspot.com

 

LA LECTURA FANTÁSTICA DE ROAS

LA LECTURA FANTÁSTICA DE ROAS

     Conocido sobre todo por sus aportaciones críticas e históricas sobre la literatura fantástica europea y su repercusión en España, el barcelonés David Roas es también autor de un par de libros de relatos breves –en la línea de lo que se entiende por microrrelatos– a los que se une ahora Horrores cotidianos, conjunto que agrupa un manojo de narraciones de distinta extensión, desde una línea –como la que da título al libro, parodia de una celebérrima muestra de Augusto Monterroso– hasta quince páginas. Las compilaciones de esta naturaleza adolecen, por lo general, de falta de unidad, porque suelen acoger materiales de factura dispar y de épocas distintas. En el caso de Roas, sin embargo, varios factores contribuyen a rebajar este riesgo. En primer lugar, una carga paródica y humorística presente en casi todos los relatos que constituye un marcado rasgo de estilo, aplicado con frecuencia a las grandes creaciones culturales del ser humano, desde la aritmética (“¿Cuánto cuesta un kilo de carne?”) hasta el psicoanálisis (“Mecánica y psicoanálisis”), o desde la literatura (“Alabama”, “Necrológica”) y la teoría literaria (“Homo crisis”) hasta las ciencias naturales (“El Hipocondrio”). De esta mirada irónica no se libran los relatos literarios o cinematográficos de éxito. Así, “Los niños del Ferrol”, presentado como fragmentos procedentes “del diario personal del D. Meninges”, evoca la novela de Ira Levin Los niños de Brasil –y su versión cinematográfica–, en que se narraban unas supuestas actividades en el país americano del doctor Mengele, el “ángel de la muerte” de Auschwitz.
   
El otro elemento unificador de estos relatos, por encima de su diversidad, es algo que el título ya anuncia, y que consiste en que la mayoría de las historias transcurren en ámbitos cotidianos, familiares para cualquier lector –el pésame en un tanatorio, una cena conmemorativa, los agobios de unos padres recientes e inexpertos, un día en la oficina–, y es allí donde se produce la distorsión de la realidad, la rebelión de los objetos (“La conmoción de la máquina”) o la intromisión de lo maravilloso (“Autoridad espectral”, “El espíritu manta”). Algún cuento es la materialización narrativa de una fórmula lingüística (“Menos que cero”), y no faltan los homenajes cervantinos de signo distinto, como “La última aventura” o “La culpa fue de Jack London”, cuento éste narrado por un perro. Como cierre, “Palabras” habla de un escritor que acaba de morir y ha dejado multitud de anotaciones y manuscritos incompletos acribillados de tachaduras y correcciones que delatan “su lucha con las palabras, tratando de hallar, de recordar su estilo y de poder expresar su desesperación por ello” (p. 138). Una anotación apunta: “Hoy he examinado los relatos que concluí tiempo atrás. Tampoco me reconozco en ellos” (p. 139). Pero el escritor fallecido respondía al nombre de David, y entre sus obras se recuerdan las tituladas Los dichos de un necio, cuyo autor es David Roas, y Horrores cotidianos, que es el libro a cuyo final asistimos. La obra se vuelve de este modo hacia sí misma, en una inteligente pirueta que unifica en un todo el conjunto anterior y que el lector interpretará tal vez en clave confesional.

.

  

  *(Extraído de un artículo de “El Cultural”, por Ricardo Senabre, Junio, 2007).-

http://entrerenglones.blogspot.com

 

Leer a SIRI HUSTVEDT

Leer a SIRI HUSTVEDT  

    En esta entrevista, la escritora Siri Hustvedt habla de su nueva novela, “Todo cuanto amé”, y de la relación con el novelista Paul Auster, su célebre esposo:

 

.

 -¿Por qué este cambio de narrador tan brusco respecto a sus novelas anteriores?

-Bueno, ahora que está tan de moda hablar de la “edad interior” de cada persona, con mi marido solemos bromear que la suya nunca superó los 30 años ¡y que yo siempre tuve más o menos 80! No, en serio, fue una dificultad técnica consciente. Ya había escrito dos veces como una mujer y, en cuanto decidí que el narrador fuese un hombre, lo hice viejo, porque yo siempre me he sentido muy mayor, desde chica. Lo hice judío porque la historia transcurre en un momento particular de la cultura norteamericana y yo quería que él fuese hasta cierto punto un extraño, por ser judío y por haber nacido en Europa en 1930. Es decir, buscaba como narrador un personaje que no se sorprendiese demasiado de que las cosas más terribles puedan pasar en este mundo. Leo toma, a lo largo del libro, el punto de vista del observador, un observador que además es un exiliado. Además, mi madre vivió durante la ocupación nazi de Noruega y siempre me he sentido relativamente cerca de la sensibilidad europea a raíz de eso.

.

 -¿Y por qué un libro tan triste?

-Porque quería mostrar que es imposible conocer de verdad a otra persona. Yo siento ese misterio todo el tiempo, pero a mí no me resulta triste. Una vez que uno lo acepta, el camino como pareja se vuelve tanto más excitante. Hay algo oculto en Bill, oculto incluso para él mismo, pero su matrimonio es un matrimonio de amor genuino. Parte del erotismo para Violet consiste, justamente, en que ella nunca logra comprenderlo del todo. Las relaciones que fallan muchas veces tienen que ver con un sentimiento falso de intimidad en personas que creen que pueden conocer o predecir todo respecto al ser que aman. Y eso nunca pasa.

.

 -Usted confesó que el matrimonio de Bill y Violet estaba basado en el suyo propio. ¿Paul Auster es Bill Weschler y usted es Violet?

-Yo tengo muy poco en común con Violet. Ella es más bien una mezcla de mujeres que amé y admiré. Pero Bill y Violet tienen un matrimonio de muchos años, muy íntimo, y yo ya hace 22 años que estoy casada, de manera que sé lo que se siente al estar comprometido en todos los planos, incluso el laboral, con otra persona. Paul es un artista maravilloso pero al pensar en Bill no pensaba en mi marido. Bill es un artista plástico, físicamente más grande y aunque es elocuente, ¡ni se acerca a lo elocuente que es Paul cuando se pone a hablar o escribir! De una manera muy sutil, algunas de las obras de arte que inventé para Bill comparten características con la escritura de Paul. Hay un homenaje a “Ciudad de cristal” y reconozco que el tema del hambre en el arte de Bill recuerda a “El palacio de la luna”. Pero esto no es un guiño al lector atento para hacerme la interesante. Cuando uno vive más de veinte años con otra persona, inevitablemente lo cotidiano o lo conversado pasa a formar parte de las propias creaciones.

.

 -En la novela Leo se la pasa reorganizando su cajón de recuerdos. ¿Es una metáfora?

-Hay muchas maneras distintas de contar una misma historia. Cuando Leo juega a reorganizar los objetos en su cajón, es como si estuviese creando relatos alternativos a través de la asociación. La memoria es como la narrativa misma y no siempre es una narrativa verdadera. Finalmente editamos la memoria a través del lenguaje.

.

 -¿Qué nos quería decir a los lectores respecto al sentimiento de pérdida?

-Yo creo que el sentimiento de pérdida es parte de la vida y ciertamente, parte de la literatura. Claro que hay distintas maneras de encararlo. Para mí era importante que el lector, al terminar el libro, no se deprimiese, porque insisto en que no creo que sea un libro depresivo. Leo, el narrador, mantiene intacta su capacidad de amar a pesar de las cosas que le pasan. En una reseña que apareció en un diario norteamericano, alguien escribió que al final del libro la tristeza se siente como un triunfo, en el sentido de que resulta liberadora. Eso era exactamente lo que yo quería.

.

 -¿En qué sentido es éste su libro más “maduro”?

-En los anteriores trataba temas específicos, como la ambigüedad del sentimiento, las relaciones de poder y la experiencia de ser mujer y vulnerable. Pero los misterios de la familia o el amor, la pérdida, la tristeza son temas que no había explorado hasta ahora. Hay escritores que se desarrollan antes, pero para mí fue imposible abordar este material antes de llegar a los cuarenta años.

.

 -¿Es muy difícil ser escritora y la mujer de Paul Auster?

-Paul y yo nos conocimos hace más de veinte años, cuando ambos éramos completos desconocidos. El estaba escribiendo entonces “La invención de la soledad” y yo escribía poemas y trabajaba en mi tesis doctoral. Si bien él había escrito poemas y ensayos antes, toda su carrera como narrador corresponde a nuestro matrimonio. Así que yo sufrí los 17 rechazos que sufrió, por parte de los editores neoyorquinos, “Ciudad de cristal” (obra, que para mandarme la parte un poquito con mi marido, hoy está traducida a más de 40 idiomas). Creo que como hemos compartido los momentos buenos y los malos -pésimos- de nuestras carreras literarias, para ambos, esos avatares son tan naturales como respirar.

.

 -¿Se leen y corrigen uno al otro?

-Sí, pero de maneras muy distintas. Paul me lee lo que escribe más o menos cada quince días en voz alta. Cuando termina una sección o capítulo, me pregunta mi opinión. Reconozco que la mayor parte de las veces me encanta lo que escribió. Pero cada vez que le hice algún comentario o recomendación, lo tomó en cuenta. Conmigo es más difícil. Me toma muchísimo tiempo hacer un borrador, y para esta última novela, él habrá leído cuatro borradores distintos a lo largo de seis años.

.

  -¿Fue Auster quien la impulsó a ser novelista?

-Yo sabía que quería ser escritora mucho antes de conocer a Paul, desde los catorce años diría. Crecí en un pueblo chico de Minesota. Una vez me hicieron una nota en el periódico local, como “la adolescente de la semana”, donde anunciaba muy pretenciosamente que iba a ser una “autora”. A lo largo de todo el secundario escribí poemas y si bien no me publicaron nada hasta que comencé mi doctorado, entonces arranqué con suerte: el primer lugar donde envié un poema fue Paris Review y salió inmediatamente. La prosa vino después. Lo que ocurrió fue que yo leía mucha poesía de los grandes autores. Me parecían tan geniales. Y, de pronto, cada línea que yo escribía me empezó a parecer insoportablemente mediocre en comparación. Así que me taré y no pude seguir. Un profesor y amigo de la Universidad de Columbia me recomendó que hiciera escritura automática, como los surrealistas, que me sentara y escribiera sin parar, sin importar qué saliese. La misma noche que me lo dijo escribí treinta páginas. Pero nunca más fueron de poesía.

.

 -Usted es también crítica de arte. ¿Qué diferencia hay entre escribir un ensayo y escribir una novela sobre arte y artistas?

-A lo largo de seis años trabajé en esta novela que tiene, como un elemento central, arte ficticio creado por un artista que es un personaje de ficción. Desde su publicación he hablado con diversos lectores que me han dicho que, al leerla, ellos podían ver las obras de Bill Weschler y las recordaban claramente. Yo las veía también, claro. El desafío era hablar sobre ellas como cuando escribo sobre obras que existen en la realidad, salvo por el hecho de que no podía contar con reproducciones que me ahorraran parte del trabajo. Aunque el texto da suficiente información para construir una imagen mental de cada obra, el lector debe contribuir con lo que falta. Cada persona ve algo ligeramente distinto, y así se vuelve un participante activo en la creación del arte del libro. Es un sentimiento de unión maravilloso que sólo puede darse en la ficción.

.

 -¿Las obras del libro son las que a usted le hubiese gustado crear?

-Aunque me hubiese encantado poder materializar algunas de las obras que se me ocurrieron al escribir la novela, yo era consciente de que en el mundo del libro éstas pertenecían a otra persona, no a mí, y que provenían de las regiones más recónditas de su vida interior. También sabía que Leo, mi narrador, al hablar sobre ellas enfocaría los aspectos de su interés particular, que la suya nunca sería mi descripción. Nadie puede verlo todo en el arte y toda visión es tan parcial como cualquier oración descriptiva, porque todos somos un poquito ciegos y, cuando contamos una historia, dejamos partes afuera. Por eso, yo no creo en eso de que una imagen vale más que mil palabras. Si el lenguaje orienta la visión y las palabras crean imágenes, entonces el viejo cliché no puede sino caerse a pedazos. Sólo he conocido una persona que insistía en que al recordar a Proust lo que veía eran páginas llenas de palabras. ¿Y sabe qué? Sentí algo de pena por él.

.

     *(Extraído de “La Nación”, Nueva York, por Juana Libedinsk-2004).- 

http://entrerenglones.blogspot.com

 

SIEMPRE ES EL DÍA DEL LIBRO



http://entrerenglones.blogspot.com

¡ FELIZ LECTURA, AMIGOS/AS !