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LEE TAMARGO

PURO MIEDO

PURO MIEDO No, no era pereza aquello que le atenazaba, impidiendo mover un brazo o una pierna. Era hombre de costumbres forjadas a base de constancia y empeño, “de pocos a pocos” como le oyó decir a su padre, también marinero. Tampoco se le podía llamar desidia a esa especie de indiferencia atroz, sobre todo ahora que era capaz de valorar el costoso precio de la experiencia, fruto de tantas jornadas de enconado esfuerzo. Resultaba entonces ridículo mostrar un gesto de congratulación y regalar el problema ya resuelto, adelantándose al final, como si nuestra generosidad quisiera hacerse merecedora de una medalla por su gesto heroico. No, no era petulancia ni falsa arrogancia, al contrario, habría tirado por la borda todas las condecoraciones si hubiera sido ese el remedio. Todavía le quedaba sino mucho, al menos, lo mejor por navegar, se lo había venido repitiendo durante todos estos años, cada vez que atravesaba aquel estrecho en la ruta transoceánica, al mando del ferry que a fuerza precisamente de método y disciplina se había transformado en su único hogar.
Desde la infancia se alimentó y nutrió del mar. Aún rememora con regocijo el día en que pudo mostrar a su padre el título de capitán que con tanto ahínco trabajó para ganarlo a pulso. Fue el sueño de su padre, modesto pescador en los caladeros del norte y ahora, a sus cincuenta y seis años, era su vida. No había hecho otra cosa que pilotar y navegar, recorrer rumbos y aprender para navegar mejor. En la actual compañía trasatlántica encontró sitio permanente durante los últimos diez años y, a estas alturas, solo le quedaba esperar, aguantar algunos años más haciendo lo que era suyo y le gustaba hacer, navegar, cruzar aquel estrecho que conocía palmo a palmo.
Realizaba una ruta preconcebida que poco variaba en su recorrido largo, pero no exento de mil encantos. El Capitán era un ferviente enamorado de aquella costa incomparable, casi amaba hasta la brisa gélida que en ocasiones soplaba al atardecer; entonces, salía a cubierta y dejaba que el viento jugara con los bucles de su cabello canoso. Sí, le gustaba esa sensación en su rostro curtido. Pero aquella tarde estaba raro, ni siquiera salió al puente de mando a otear el cielo, sobre todo porque antes, mucho antes de siquiera haber entrado al estrecho aquel iceberg disperso dio al traste con la ruta de las ilusiones. Antes, habían reconocido otras dos grandes moles de hielo flotante, aunque alejadas y, con cautela, siguieron evolucionando adelante. Pero aquel minúsculo trozo aislado tuvo la suficiente habilidad para pasar desapercibido al radar y rajar limpiamente el casco del barco.
No era desilusión, no. Tampoco podía llamársele así al embargo aquel de fuerzas que a medida que le abandonaban más fuertemente le hacían aferrarse al pasamanos helado del puente de mando. Mientras, el agua entraba por la herida abierta en el costado y, a borbotones, su peso sumergía al barco. Los acantilados estaban cerca y algunos de los botes neumáticos regresaban al buque una vez depositaban su cargamento de tripulantes a salvo en la costa. Tampoco podría decirse que fuera egoísmo o falta de solidaridad, pues aunque padeció avatares y tormentas de las que alardear entre los nietos de sus amigos, también había disfrutado hasta entonces del mero placer de estar en cubierta y compartir marinería como una persona más.
Aquella maldita tarde tomó un rumbo distinto y nuevo que no figuraba en sus cartas de navegación. Y tampoco era engreimiento, no, no era eso. La última lección era la más dura de aprender y, en el fondo, casi se reprochaba a sí mismo su fatal confianza. Ensimismado en sus reproches, rígido e inmóvil, desde la baranda del puente aún pudo escuchar los gritos enérgicos y desesperados que desde las lanchas le proferían...
-Ahora, Capitán! Ahora es el momento, ahora...
Entonces saltó, como impulsado por un resorte invisible. Cayó blando en la zodiac que le aguardaba, pues él era el último... Saltó justo a tiempo para que a los pocos segundos de haberse alejado lograran evitar el torbellino de agua que engullía finalmente a la nave hacia las profundidades. Los de la patrulla le observaron, callado e impasible, podían comprender presumiblemente su estado de ánimo. Aquello tampoco era cobardía, no. Solo quienes nacieron a bordo de un pesquero en una pequeña población de puerto de mar –también se lo oyó decir siempre a su padre -, sólo ellos podían permitirse tener miedo...



*"Es Una Colección de Cuadernos Con Corazón", (c) Luis Tamargo.-
http://leetamargo.mybesthost.com/pmiedo.htm

32 comentarios

LeeTamargo -

...Más bien suyo, Mariose, pero sí, siempre junto al mar.
Hemos de agradecer al miedo todo lo que podemos llegar a conocer...
GRACIAS, AMIGA: LeeTamargo.-

Marihose -

El mar y tú, siempre (o casi)enlazados. Tan tuyo.
El miedo es más necesario que lo que creemos. Y vencerlo, nuestro reto.

LeeTamargo -

...Aunque me incline por este Cantábrico que tengo más cerca, yo creo, White, que solo hay uno, que al final siempre es el mismo mar el que te cautiva y el que admiras... OK, GRACIAS:
LeeTamargo.-

white -

Me encantaría conocer el mar que te inspira y que nos muestras con el vaivén de tus letras.
Precioso relato.
Besitos mil

LeeTamargo -

...Me alegra que te haya gustado, Luna. Agradecido por tu visita!
OK, SALUDOS: LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Has sacado buenas conclusiones, Brisa. En el caso de una urgencia imprevista son inmejorables salvavidas a los que aferrarse. Soy yo quien agradece tu lectura, amiga!
SALUDÁNDOTE: LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Sí, Gabriela, no son calificativos con los que se pueda jugar fácilmente. Cada cual somos el capitán de nuestra nave y, aunque haya trayectos duros, seguimos navegando... GRACIAS A TI:
LeeTamargo.-

lunaaaaa -

Disfrutable relato Lee...como siempre.....Un Saludo Amigo.....

Brisa -

Creo que lo que yo extraería es la capacidad de saber abandonar a tiempo algo q ya no nos puede aportar nada más, saber tomar decisiones y saber vencer el miedo aunque se tenga, un lujo la forma en que lo relatas :)

Un abrazo

Gabriela -

simple, sencillo y profundo... no suelo juzgar con este tipo de calificativos, pero a veces me he sentido como el capitán. Excelente cuento!

LeeTamargo -

...Así es, Muralla, el miedo no dejará de existir porque le desafiemos, pero es el único modo de conocer de lo que somos capaces y vivirlo...
OK, SALUDÁNDOTE:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Sí, Magda, a veces hay naufragios inevitables, pero no se acaba ahí la vida. Hay que lanzarse a seguir...
GRACIAS A TI: LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Gracias, Eliza, por tu lectura y por acercarte a compartir! ME ALEGRO:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Sí, Odyseo, aunque hay miedos que nos sirven para tomar impulso y saltar a rumbos nuevos. Este tipo de miedo en estado puro en ocasiones puede convertirse en un regalo...
OK, GRACIAS, AMIGO:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...El miedo que le paralizó fue el del día siguiente, algo muy real, pero aún así se tiró el último. Sólo en lo que creemos nos ayuda a desafiarlo...
GRACIAS, ONICE: LeeTamargo.-

muralla -

Gran relato...
Como siempre, no sabemos lo que ocurre en determinados momentos, ni cómo reaccionaremos hasta que no lo vivimos como protagonistas.
Un fuerte abrazo. Muralla.

Magda -

Una gran enseñanza deja la lectura de tu relato. A veces creemos ser valientes y no, no es así, el miedo nos abarca. Pero sí, hay que vencerlo y dar ese salto que te conduce al otro lado, a superar lo que te ancla.

Muchos saludos, Lee.

Eliza -

Precioso el relato...

LeeTamargo -

...Gracias a ti, Sandra. Se acabaron las vacaciones, pero aquí seguimos disfrutando, amiga!
TE SALUDO: LeeTamargo.-

odyseo -

La de cosas que lograríamos hacer y sentir si no existiera el miedo en nuestros corazones...

Onice -

Me gusta porque hizo bien en tirarse, y no acaba como la mayoria de estas historias que deciden acabar y hundirse con su barco. Me gusta porque me parece real.
Saludos.

Sandra -

Hola Lee,
Como siempre aprovechando para volver a disfrutar de tus maravillosos relatos.
Quisiera agradecerte por tus palabras de bienvenida.
Un abrazo de regreso.

LeeTamargo -

...Has sintetizado a la perfección lo que impulsa a dar ese salto, Hechi. ¡Gracias por acercarte a leer y compartir, amiga!
SALUDOS: LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Con semejantes piropos cualquiera se niega a la invitación! Además me parece un bonito proyecto, CiudadBlog: ¡ahí voy!
OK, SALUDANDO:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Cierto, Corazón, a lo largo del viaje el miedo se nos aparece a cada uno en distinto momento. Sólo hay un modo de continuar sin él... TE SALUDO, CORA:
LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Sí, Alma, después de cruzar los siete mares para este capitán el miedo consistía en enfrentarse al día siguiente. Siempre hay que atreverse...
OK, GRACIAS: LeeTamargo.-

LeeTamargo -

...Nos sentiremos cómodos después de escribir mucho, Gatopardo, ahora cuesta trabajo. Pero disfruto del reto y del esfuerzo mientras escribo... GRACIAS A TI:
LeeTamargo.-

Hechi -

Qué bello relato Luis, está claro que el valiente no es el que no tiene miedo( ese sólo es irresponsable,o iluso)el verdadero valiente es el que aún teniendo miedo, confía en dar ese salto
Besitos con chispitas

Ciudad -

Tus poemas,tus relatos, tu blog es una joya en potencia, sería maravilloso tenerte en nuestro proyecto literario, si te animas, aquí la dirección, saludos.
http://ciudadblog.net/

Corazón... -

Hola Lee...

He disfrutado ésta gran lectura.
¿Te imaginas cuántas cosas dejamos de hace por miedo? Ya reza un dicho; "quién no arriezga, no gana"

Gracias, Lee :) que tengas un buen día!

;o)

alma -

Atreverse a dar el salto es toda una muestra de que no dejaremos que el miedo gane la partida.
Un abrazo

Gatopardo -

Ay, creía que se lo iba a tragar el remolino.
¿Te sientes cómodo manejando con un narrador que puede describir lo que piensan los personajes? A mí se me hace cuesta arriba, no lo logro...
Un abrazo